La guerra civil española comenzó el 17 de julio de 1936, con el alzamiento de una fracción del ejército
encabezada por los generales Mola y Franco, quienes se trasladaron desde el
Marruecos Español para ponerse al frente de las operaciones militares, con el
propósito de acabar con el gobierno republicano constitucional. El bando
sublevado representaba a las fuerzas de derecha y extrema derecha, es decir, a
la España rural católica tradicional de los grandes propietarios agrarios, así
como al gran capital conectado con numerosos intereses extranjeros. Mientras
que los pequeños propietarios campesinos reclutados en la Falange y los grupos
carlistas (los llamados “requetés”) constituían el apoyo popular de los
rebeldes. Los miembros de las clases medias favorecieron a uno u otro bando en función
de su ubicación geográfica.
Los sublevados
recibieron el auxilio de tropas italianas y alemanas. Por otro lado la República contó con voluntarios
extranjeros de diversas nacionalidades, denominadas brigadas internacionales,
integradas por soldados veteranos de la Primera Guerra Mundial, obreros,
estudiantes o intelectuales que se trasladaron a España para luchar contra el
fascismo.

Hacia los últimos días del mes de julio,
el país se había dividido en dos zonas mutuamente enemigas, división que más o
menos se acomodaba al resultado electoral de los últimos comicios.
Después de la
muerte del general Sanjuro, Francisco Franco ocupó el mando de las tropas
rebeldas.
En la primavera
de 1937, los republicanos obtuvieron algunas victorias y los rebeldes
decidieron centrar sus principales operaciones en la zona norte. El 26 de
abril, la Legión Cóndor de la aviación alemana ocasionó una brutal agresión
contra la población de la ciudad vasca de Guernica, donde Hitler inauguró el
devastador armamento que preparaba para hacer estallar una nueva Guerra
Mundial. Para octubre, las tropas rebeldes habían logrado dominar la zona norte
con excepción de la porción noreste (Cataluña) y ocupaban una franja de
territorio que, por el oeste, se extendía hasta el extremo sur de la Península
Ibérica, además de Marrueco español.
A finales de
1937, los republicanos obtuvieron una gran victoria en Teruel, pero esta ciudad
cayó en poder de los rebeldes en febrero del siguiente año. En 1938 se llevó a cabo la batalla del Soldado, Ebro, que resultó ser una campaña
de desgaste contra el ejército republicano, cuya derrota dejó despejada la ruta
para que los sublevados pudieran avanzar hacia Cataluña, lo que significaba
prácticamente el triunfo definitivo de las fuerzas rebeldes.
Ante la
inminente derrota, en noviembre de 1938, Juan Negrín (jefe de gobierno desde
mayo de 1937) buscó una paz negociada y emitió una propuesta de condiciones
mínimas: garantía de independencia española, derecho del pueblo a escoger su
propio gobierno y renuncia a las represalias. Sin embargo, estaba claro que era
inútil cualquier intento de negociar con Franco una paz con condiciones, pues
el caudillo pretendía la aniquilación total de la República.
El 28 de marzo,
las tropas franquistas entraban en Madrid y tres días más tarde caían las últimas
plazas leales al gobierno republicano. La guerra se dio por terminada el 1 de
abril de 1939.
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